15 junio 2011

.Avión.

Quieres salir de la rutina, tus ojos piden emigrar para despejarse y apreciar otro lugar, otras gentes, otras calles y sobretodo otros horizontes diferentes que revitalicen, y porque no, que aporten conocimiento empírico a nuestro paso por Gea.

Lo necesitas a él, y así, con ilusión, tras elegir tu destino, y acompañado de una sonrisa de esas que por mucho que se intenten ocultar, terminan ganando por K.O. a cualquier otro gesto que pretenda mover los músculos del rostro; compras tu asiento en él, pagas las tasas, la facturación, y te aseguras, por un precio aveces no tan racional que llegarás a tu destino.

Toca el momento de la selección, y seleccionas la ropa, exterior e interior, las accesorios, el aseo, el entretenimiento para el camino, así como los diversos aparatos tecnológicos sin los cuales no podríamos, o no sabríamos mas bien; (sobre)vivir.

Cercano el momento, volvemos a organizar los bultos, con sus tamaños y pesos máximos permitidos; lo que se queda y lo que se va, las amistades, la llegada, los tiempos, y salimos para subirnos en él.


Y por fin llegamos a la terminal, facturamos nuestros bienes que irán en su compartimento de carga, y sujetamos lo que en él llevaremos en mano. Luego toca semidesnudarse, quitarse cinturón, zapatos, sombrero o gorra, sacar el ordenador portátil del bolso y dar explicaciones ante preguntas, que bien parecen de búsqueda ocultista, sobre qué es ese líquido con aspecto de agua, envasado en un botellín que dice curiosamente "agua" y que se encuentra precintada, pero bueno, solo realizan el protocolo de su trabajo. Para, a continuación volver a semivestirnos en dirección a la espera de que se nos indique en él subirnos.

Suertudos los que no padezcan el desesperante sentir del retraso en su despegue, elige tu mismo uno de los incontables motivos para ello si te toca. Tras ver como el segundero se ralentiza como en un video de SlowMotion, parece que por fin, si, por fin, después de una cola que algunos hacen desesperados, uno sube al avión y emprende su viaje.




Tras unos ligeros agites del estómago, ya solo queda esperar el buen llegar al destino, descansar lo que se pueda, charlar si nos topamos con simpáticos compañeros de vuelo, y disfrutar de la esponjosa visión de las aves como cuando ellas pasean por sus calles de nubes.



Imagenes: DiegoZurdo y Livaex.



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